Hay una realidad inevitable en la movilidad urbana: es necesario que la relación entre el carro y la ciudad, que son dos elementos de la vida contemporánea, sea más racional y equilibrada. He dicho en columnas previas que las ciudades y sus gobiernos deben dar prioridad al transporte público masivo, pero no pueden prohibir el uso del automóvil.
En ese contexto, los Centros de Control y Gestión Inteligente de Tráfico son definitivos para lograr un balance en beneficio de la movilidad y la sostenibilidad ambiental.
Estos Centros ya existen en muchas ciudades del mundo. Funcionan como un cerebro único y todo se analiza con una visión de conjunto. Miles de “ojos” en forma de cámaras de televisión, estaciones de toma de datos, sensores y paneles de mensajes están pendientes de todos los movimientos en la ciudad.
Hay Centros básicos, donde el sistema monitorea la red de semáforos, puede apagarlos, detecta si uno esta averiado y en el caso de una emergencia envía agentes motorizados. Y también existen los sistemas verdaderamente inteligentes, que con base en la información y los datos que reciben de la red semafórica, toman decisiones inmediatas ante la congestión, facilitan la secuencia de semaforización u “olas verdes” para que el ciudadano perciba fluidez y movilidad y hasta pueden bloquear una vía despejada para así descongestionar cruces críticos de forma ágil.
Los centros más avanzados están en EE.UU. y muy particularmente en las ciudades de mayor tamaño como Los Ángeles. En Europa, ciudades importantes como París tienen, pero como la mayoría de ciudades europeas son muy pequeñas no los requieren.
Las ciudades asiáticas también son líderes en el uso de estas tecnologías y ser urbes tan nuevas les ha dado una ventaja: su desarrollo urbano tuvo en cuenta este tema desde el principio. Eso sucedió en las nuevas ciudades chinas o en Singapur.
Imagen Centro de Control y Gestión de Tráfico
El mejor ejemplo asiático es el Centro de Control de Tráfico de Tokio. Pertenece al Departamento de Policía Metropolitana, funciona las 24 horas del día, tiene 17 mil sensores que proporcionan información sobre los casi 3.5 millones de vehículos que hay en la ciudad y los monitores pueden mostrar cámaras de hasta 1.000 cruces de calles. En total, cubre 2.800 kilómetros de calles. Y su trabajo se apoya en tres elementos: recolección y análisis de información; transmisión de datos al público; y gestión del tráfico.
Ahora bien, el hecho de que una ciudad tenga un Centro de Control y Gestión de Tráfico no es garantía de una movilidad eficiente.
Un tema esencial para que un sistema de estos funcione bien es que todo debe estar conectado. Y ahí comienzan a fallar las ciudades. Por temas presupuestales, adquieren tecnologías distintas y desintegradas. No hay un sistema homogéneo que controle todos los subsistemas. Un caso sintomático es como muchas ciudades tienen cámaras de seguridad y cámaras de movilidad y en el sistema de control de tráfico están desconectadas.
Otro error típico es la falta de sensores. Aquí es necesario explicar que hay diferentes tipos de sensores: los de inducción, que se ponen en un semáforo para detectar si hay un vehículo y con el tercer o cuarto carro ya toman la decisión de cambiar a verde el semáforo; y están los radares, que son útiles para medir flujos de carros, velocidades promedio y que son los que más se usan para hacer eficiente la toma de decisión sobre la movilidad. En muchas ciudades no existen o son usados de otra manera, casi siempre ineficiente.
En resumen, Latinoamérica está muy atrasada en este tipo de tecnología, todavía se depende mucho de operadores y estos no tienen todos los elementos. Incluso se depende aún del agente de tránsito.
¿Es costoso implementar esta clase de tecnología? Sin duda, hay que revisar muy bien la relación costo-beneficio. Si se quiere tener una movilidad perfecta, pues se ponen sensores en todas las calles: pero el costo es alto. Lo que se debe hacer es definir primero los puntos neurálgicos de la ciudad, de manera que la inversión se pueda escalar.
Un ejemplo aceptable y que sirve de referente en la región es el Centro de Control de Tráfico de Medellín. Tiene elementos valiosos, pero carece en muchos casos de información del flujo vehicular, los semáforos no tienen sensores y las cámaras de movilidad y seguridad no están integradas. En conclusión, se regula la movilidad pero de forma insuficiente.
En definitiva, toda esta infraestructura de los Centros de Control y Gestión Inteligente de Tráfico pretende justamente que los usuarios de las vías hagan su viaje laboral o de ocio de la forma más segura y más cómoda posible y que el ciudadano disfrute de una mayor calidad de vida por medio del orden y la seguridad que le brinda la ciudad en materia de movilidad. Menos accidentalidad, menos ruido, menos contaminación, mayor bienestar. Ese es el fin último. Por eso su pertinencia y utilidad para las ciudades.
Hasta pronto y gracias por su lectura.
René Albisser Villegas – CEO Sytecsa